lunes, 8 de septiembre de 2008

Una palabra tuya


El segundo largo como directora de Angeles Gonzalez-Sinde, avalada por su prestigio como guionista y el de haber sido presidenta de la Academia, adapta en esta ocasión una novela de Elvira Lindo sobre el pequeño universo de dos barrenderas de la periferia de Madrid y sus desventuras como jóvenes trabajadoras solas unidas por necesidad. La película muestra por tanto un escenario urbano ligado a una de las dos corrientes habituales en el cine español, el drama costumbrista con ansias de cine social. Es sólo un contexto: la directora avanza en la relación entre las dos mujeres, antiguas compañeras de colegio que se encuentran cuando la amistad ha sido vaciada por el tiempo, una es una luchadora fría que debe ayudar a su madre senil, y la otra conserva una inocencia acusada por los traumas de la infancia. Tiene un buen arranque Una palabra tuya, por buscar la comedia en la relación entre dos mujeres incompatibles que se necesitan de pura soledad, pero le pierde un vuelco directo y sin marcha atrás hacia el melodrama, que hace explotar en el último y programado tercer acto el drama personal de estas dos mujeres, el secreto del pasado que justifica la hora y media de metraje anterior. Es quizá esta mal equilibrada conjunción de comedia y drama lo que quita credibilidad a una película que precisamente busca la comicidad de las situaciones patéticas y las pequeñas alegrías de lo cotidiano, precipitándose en la tragedia de una manera que Eric Zonca presentaba, de forma parecida, pero más coherente en "La vida soñada de los ángeles". El final (¿optimista?) resulta por tanto, un desliz voluntario de la directora por dejar al espectador a toda costa con un buen sabor de boca, como los artículos veraniegos de Elvira Lindo. Sin embargo, no parece previsible una hipotética evolución del contrapunto machista que encarna Antonio De la Torre como héroe de nuestro tiempo. Queda a pesar de su final Bridget Jones, una sensación agridulce sobre la convenciencia de estar mal acompañado antes que solo.

domingo, 10 de agosto de 2008

Los cronocrímenes


Se puede hacer cine que bebe de la vida, o cine que bebe del cine, de manuales de guión y estructuras y paradojas narrativas. Los cronocrímenes pertenece sin duda a esta segunda clase de películas.

No estamos ante una película brillante, pero sí ante una arriesgada e interesante apuesta del director y guionista Nacho Vigalondo, uno de esos tipos que parecen dispuestos a vivir del cine a toda costa, sea escribiendo en un blog o inventando un videojuego de su película. Y por ahora no se puede quejar. Los cronocrímenes trata del desdoblamiento del protagonista en varios sucesivos ellos que se trasladan a otro tiempo cercano. Cada cual realiza lo que se espera que realice, de manera que se repite el ciclo perpetuando más la confusión total que ayudando a restaurar el estado de calma inicial. Pero creánme, es difícil de explicar…

En definitiva, estamos ante una película de guión, una película que funciona bastante bien en la pantalla, pero a la que se le puede reprochar el ser solo eso mientras que carece de algo fundamental, personajes. Es algo así parecido a cine que se ríe del cine, como si ya estuviera casi todo contado y lo único que nos queda es el post-post-modernismo del cine y de las historias. Da miedo pensar así, pero al menos, la película vale la hora y media que dura.

Pasen y vean.

sábado, 9 de agosto de 2008

Antes que el diablo sepa que has muerto


Estupenda película del veterano Sydney Lumet, director de decenas de películas, y autor de uno de los mejores libros que existen sobre el arte y el proceso de hacerlas, ‘Making movies’.

Se le puede reprochar a Antes que el diablo... su insistencia en la búsqueda de las coincidencias y las paradojas de la vida, pero esta tragedia griega ambientada en los EEUU actuales, con unos personajes que no parecen comprender los rumbos ni los destinos de sus vidas, si es que acaso hay alguien que los comprenda, se convierte en probablemente en la mejor película en este 2008 del otro lado del charco, con el leve permiso de ‘Pozos de Ambición’.

La tensión que transmiten estos seres humanos y las incompletas relaciones personales que se establecen entre ellos plantean una comparación con la obra maestra que dirigió en el 57, ‘Doce hombres sin piedad’. Si en ésta, el triunfo del hombre justo a través del poder de la palabra otorgaba cierta esperanza a la condición humana, en Antes que el diablo... no hay esperanza, y la condición humana se funde con ambiciones personales y económicas que seguramente definen nuestros tiempos. Quizá la construcción de los personajes falla en explicar porque esas ambiciones son compartidas por dos hermanos de personalidades y vidas tan diferentes, pero lo que sí queda claro es que ambos comparten esa insatisfacción vital de la que casi ninguno se libra.

Véanla. Vale la pena.

miércoles, 11 de junio de 2008

3 días


Les felicito. A ustedes, no a los responsables de esta película. Ya no la ponen en los cines así que no serán tan incautos como yo y no tendrán que verla.

Con el pretexto de que el mundo se acaba, un sinfín de escenas dramáticas y exageradas se suceden sin ton ni son. Los personajes no interesan a nadie, y este sucedáneo de cine andaluz apareado con superproducción hollywodiense (pero hecho con poco dinero), triunfador en el último festival de Málaga, da que pensar. Si esto es lo que premiamos, ¿qué no haremos? Por supuesto, bien valorada por la crítica del país. Que si el plano técnico, estimulante, demoledora e impactante, estilo visual… Supongo que solo se puede confiar en quien no cobra por criticar.

Además del hecho de que la película no tiene nada de original, de que el guión es débil y el protagonista parece más un tipo haciéndose el duro (siendo borde con sus primitos pequeños…) que un tipo que verdaderamente lo es, hay un hecho que me gustaría señalar. La productora, la distribuidora, el director, todos o alguno, engañan, mienten. La película se vende como una historia alrededor de un hipotético fin del mundo ante el choque de un meteorito con el planeta. Mentira. En la película este hecho solo importa ante escenas de viejas televisiones que retransmiten desastres o momentos álgidos del siglo XX (¿por qué cuándo demonios sucede la historia?), otra vez sin pies ni cabeza, para la impresión del personal. En realidad la película es solo, y no despectivamente solo, porque le cuesta mucho llegar a ello, una thriller semi rural con toques de western en que un asesino de niños aparece apara lograr lo que decíamos al principio: más drama, más exageración, con el agravante añadido de referencias cinéfilas. Si lo mejor son esas referencias, o guiños, o copias, malo…

No perderé más tiempo. No la vean, no la alquilen, no ocupen disco duro. Muy mala.

domingo, 1 de junio de 2008

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal


Que decepción. Disculpen por el inicio tajante, pero eso el lo que pensé al rato de que pasara la fascinación por el gorro de piel y el látigo, solo unos minutos después del inicio de la película, y como ven esa decepción dura lo bastante como para que yo se la transmita ahora.

La cuarta parte de Indiana Jones parece más una copia mala de la saga que una verdadera pieza más de la misma. En el fondo es como si sus creadores, Spielberg y Lucas, reyes midas del mundo del entretenimiento, conocieran tanto los gustos actuales como para saber hasta donde tienen que esforzarse, no demasiado, para empezar a cobrar. La película resulta una simbiosis entre película de la Disney de aventuras, algo así como La búsqueda de Nicolas Cage pero sin el ritmo y la capacidad de entretenimiento que esta tenía, y un videojuego en el que el protagonista y sus secuaces recorren los escenarios sin obedecer a ninguna lógica narrativa, descubriendo secretos en muros de cartón piedra, luchando con pseudo indígenas protectores de un secreto que provocó la risa del que escribe: guiño sobre la tradición del cine de Spielberg, y no hablamos de Tiburón… Añádanle algunos elementos de la saga de Regreso al futuro, como el mini yo de Indiana, personaje que parece sacado de una seria de televisión y no merecedor de tomar cuerpo en una película, y un final color pastel con tarta incluida, y hemos descubierto… que los años no pasan en balde.

Si además observan detenidamente, algunas partes de la película parecen tener una planificación un tanto extraña, con saltos de plano a plano que, aunque difíciles de analizar tras solo un visionado, hacen pensar que además de carecer de ritmo en el plano narrativo, tampoco parece tenerlo en el plano visual. En algunos planos la iluminación es también intolerable para el tipo de producción del que hablamos, con media cara de nuestro protagonista iluminada u oscura sin matiz alguno de plano a plano. Otro mérito de la película es conseguir que unas amenazantes arenas movedizas (original, ¿verdad?) resulten tan poco amenazadoras como una piscina Toy vacía… Creo que una maceta de mi casa es más grande que esas arenas movedizas, así que me provoca curiosidad económica saber cómo se han gastado los más de 200 millones de euros que ha costado la película. La inflación…

No tengo sobrinitos a los que llevar al cine, gracias a Dios, pero a pesar de la compañía femenina me sentía como tío majete en tarde de sábado, consciente de que tamaña película solo puede estar pensada para nuestros pobres niños arrastrados por la publicidad y por incautos como yo que, necesitados de construirnos un pasado cinéfilo mítico, olvidamos que para muchos, en realidad, esto es solo un negocio… Háganme caso, repriman su impulso, y vayan a ver algo que merezca la pena…

miércoles, 14 de mayo de 2008

Mil años de oración


Esta película, de nacionalidad americana, revela el poder del cine, cuando se hace bien, de captar la atención y hasta una pequeña parte del corazón de los espectadores sin la necesidad de contar algo increíble o sorprendente. Las películas pueden servir para transmitir historias impresionantes, pero también tienen la utilidad de permitirnos entrar, como espías sin invitación previa, a las vidas anónimas de otras gentes. Otra cosa es que eso nos permita conocer algo más sobre nuestras propias vidas y no se quede en el mero intrusismo y voyeurismo.

A Thousand Years of Good Prayers (un título regular), es una película sensible sobre el Sr. Shi y lo que sus ojos ven y tratan de comprender, a veces sin conseguirlo, en la vida de su hija, personaje que nunca deja de resultar lejano para los que, como él, esperamos que vuelva a casa a cenar por la noche.

Premiada con la Concha de oro en San Sebastiá, quizá un reconocimiento exagerado para lo que en realidad es: una película recomendada para un día en el que uno esté tranquilo, sosegado, y con ganas de, simplemente, contemplar la vida.

sábado, 10 de mayo de 2008

La familia Savages


Retomamos la senda de comentar películas. Ya no un estreno, pero aún en cartel, esperamos estar a tiempo de alertarles de que hay películas mucho más interesantes para ver que The Savages. Intrascendente en el fondo, retrata la vida de dos hermanos que parecen vivir solo una vida a medias: destino al que quizá estemos predestinados usted y yo, pero del que en esta película nadie sabe como salvarse, ni siquiera la escritora y directora.

Muy valorada por la crítica de nuestro país, no relata más que una historia previsible con supuesta redención final y maduración de los protagonistas tras ocuparse, lo mejor que pueden, de su moribundo y malhumorado padre. El personaje de Wendy, interpretado por Laura Linney, encarna probablemente la pesadilla de cualquier hombre con esperanzas de relacionarse, sea afectivamente o no, con las mujeres. Sus cotas de histerismo, cursileria, inseguridad, y creer saber cuando no es más que una víctima de sí misma, son seguramente de lo más interesante de la película. Espero que no se trate de un personaje en el que la directora/escritora pusiera mucho de si misma, porque si no el rodaje debe de haberse tratado de uno de los mayores infiernos de la historia de la humanidad. Seymour Hoffman está como siempre, muy bien, pero quizá tiene ya muy explotada su vena de hombre sensible y taciturno, y a nosotros nos pareció tremendamente más vivo en La guerra de Charlie Wilson.

Lo dicho: nada especial.

domingo, 20 de abril de 2008

Los Falsificadores


Consigue esta película que uno ya desde sus primeros planos se entregue a ella, se deje llevar para conocer las peripecias de su protagonista, sin cuestionar demasiado la moralidad de lo que hace o deja de hacer, y así verse transportado en una historia construida con unos mimbres que funcionan casi a la perfección.

Die fälscher se aprovecha de los lugares comunes tantas veces explorados en el cine acerca del Holocausto, los nazis, y el contexto de la II Guerra Mundial. En ese sentido, no tiene nada nuevo que aportar. Su hallazgo consiste en aprovechar esa imaginería que, acertadamente o no, tomamos como realidad, y ambienta en ella una trama más compleja en la que aparecen los dilemas morales (hecho no muy común hasta ahora en los personajes prisioneros de un campo de concentración), el encanto de un personaje magníficamente interpretado y de esos que siempre resultan atractivos por su capacidad de adaptación a las circunstancias. Un grupo de hombres aislados del mundo exterior y dedicados a una tarea de la que depende sus vidas constituye una mecha con la que cualquiera debe sentirse identificado. La película con estos ingredientes parece transcurrir acelerando los relojes de los que la miran.

Otra cosa es que pasemos a analizar aquello de lo que se aprovecha la película, esto es, la empatía que cualquiera puede sentir por las víctimas de la historia y que en este caso se muestra respetuosa, pero como sus propios protagonistas, sin enterarse demasiado de lo que pasa ahí fuera. Por supuesto no tratamos aquí de apuntar a qué debe de tratar un creador o una película ni el cómo debe hacerlo, pero si recordamos las palabras de Adorno, “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, nos llevan a modestamente apuntar que hacer cine sobre el Holocausto debe de ser un ejercicio de responsabilidad y de integridad para los que se enfrentan a ese reto. En este sentido, merece la pena recordar la oscarizada tragicomedia italiana de hace unos años que, si bien fue un auténtico éxito comercial y de crítica, probablemente acabará siendo juzgada con mano justa y dura por la historia.

La película consigue así crear empatía por el protagonista que huye de las reflexiones morales y retrata al que se enfrasca en ellas como un casi-radical configurando un personaje poco aprovechado en el guión, quizá de los pocos fallos que puedan reprocharse a este, reloj alemán casi perfecto.

Son sobresalientes algunos momentos líricos de la película sobre todo los situados al final y que tratan de los primeros ratos de los prisioneros sin guardias alrededor que los impidan palpar una sábana o escuchar un disco.

En definitiva, y a pesar de las observaciones de corte moral que hemos hecho, como si nosotros supiéramos algo de eso, una estupenda película que puede ser disfrutada por públicos de diferente perfil y que, desde aquí, encarecidamente les recomendamos.


miércoles, 2 de abril de 2008

Al otro lado


Hay películas que consiguen cautivar a los espectadores mientras éstos se entregan a ellas, pero de las que uno al salir sospecha no de le dejarán demasiada huella. Más adelante, cuando trata de reflexionar sobre ellas, se da cuenta de que no es tan sencillo desmenuzarlas, que están construidas sobre una estructura firme y calculada pero repleta de humanidad y conocimiento. Al otro lado pertenece a esa clase. Quizás, si nos leen ustedes a menudo, pensarán que aquí somos tremendamente exigentes con las películas, siempre las encontramos peros y esperamos que además de entretener y divertir consigan aportar algo a nuestras conciencias. La respuesta es clara: nos parecen tan afortunados aquellos que las hacen, que no podemos ser menos que implacables.

Faith Akin es un cineasta turco/alemán, cuyo cine tiene siempre conexiones con su doble condición personal, pero que afortunadamente trata esa realidad, casi bipolar, sin hacer alardes de ello. Simplemente la retrata como la ve, que en nuestra opinión, es muy parecida a cómo es. Si alguien conoce de cerca Alemania, a sus gentes, sus costumbres, y también se ha asomado a Estambul o a la Turquía más auténtica, encontrará unos retratos al natural de estas sociedades muy cercanos a la realidad.

Otra cosa es que el guión, del que también es responsable, abuse, queriendo disimularlo un poco, de las llamémoslas, casualidades de la vida. Disimula porque los vericuetos de la vida de esas personas no dependen de esas casualidades, sino que aparentemente solo están ahí, pero sin ellas la película perdería cohesión y fuerza, de las que la película afortunadamente no carece. Es un buen guión, si, pero a veces se nota demasiado la necesidad de matar a un personaje para que la historia pueda seguir avanzando, para que los destinos de los personajes parezcan compartir sinos y sentimientos.

Estilísticamente uno parece estar viendo una mezcla que funciona: una mezcla de realismo y anormal realidad que parece recordar a Wenders, junto con un tono más neutro que recuerda en algunos momentos al cine árabe tan laureado en los festivales en los últimos tiempos.

Podríamos reprocharle a la película el anhelo de tratar demasiados temas y personajes, y muchos de índole social: la prostituta, el extranjero o descendiente de ellos, la relación lesbiana entre las dos chicas… ¿Pero cómo acometer esta crítica? Es una ley universal que, al abarcar mucho, el detenimiento en cada detalle va a ser insuficiente y en algunos momentos puede que se acerque al tópico (no me hagan decir el refrán…). Pero también es respetable el deseo de, desde el respeto y la humildad, tratar de tratar varios temas para aumentar la complejidad de la historia. En ese sentido, la película lo consigue con creces.

Las grandes obras se permiten ser líricas cuando a sus autores les place, y de esa manera ahondan en lo particular de la condición humana. Al otro lado concluye con un plano de ese tipo, en la que el hijo espera a que el padre regrese de pescar para conciliarse con él. Les confesaré una cosa: cuando empecé a escribir esta crítica, pensaba que tenía una visión más negativa e imperfecta de la película, pero recordándola y evocándola, he salido de mi imprecisión y reservado un lugar en mi memoria cinéfila para ella. Como siempre, lo importante lo decimos al final: vayan a verla.

martes, 1 de abril de 2008

La noche es nuestra


Hay películas a las que uno puede perdonarle muchas cosas, y otras a las que uno busca, como si fueran enemigas, hasta que las encuentra. La noche es nuestra pertenece afortunadamente al primer tipo. Aunque lo cierto es que uno, con los años, aprende a no ser rencoroso con las películas y a perdonarles sus errores y pequeños vicios.

Joaquien Phoenix es un gran actor. Parece un primo carismático con papada, simpático y con encanto. Aquí, encarna a un tipo que se aleja de su familia y que vive en y de la noche. Se pone sus tiritos y no por eso es peor persona, y no anhela ser tan intachable o perfecto como su padre o hermano que trabajan en la policía. Mark Wahlberg parece ligeramente anclado en el papel de vengador en Infiltrados. Robert Duvall se lleva bien con el alcalde y consigue que le posterguen la jubilación unos meses más.

La historia está bien planteada aunque, y ahora pasamos al aspecto más conflictivo de la película, el guión hace aguas por ciertos lugares. No hasta el punto de inundar el barco, pero si hasta ese en que un observador crítico empiea a pensar... ¿y ahora qué más? Quizás lo peor de la historia sea el amigo y compañero de la noche de Bobby Green/Grusinsky, un personaje que mezcla a Homer Simpson con el padre de Padre de Familia y que hace pensar si puede ser cierto que los garitos en la noche los lleven gente como él... por la música que ponen a veces podría ser posible. Quizás se trata de contar lo vacía que está la noche, que las amistades son superficiales. Pero se puede ser más sutil, y menos moralista... En el fondo, este tipo encarnado por Danny Hoch, es el verdadero malo de la película. El traficante ruso lleva coleta, viste de negro... Demasiado previsible. Pero un amigo así, si que da miedo...

Otro aspecto cuestionable es el hecho de que Bobby Green se convierta en policía de la noche a la mañana, pasándose la película por el arco del triunfo el hecho de que, en general, la historia trata de posar siempre un pie sobre la cruda y modesta realidad en la que los policías no pueden protegerse los unos a otros todo lo bien que sería deseable. En el fondo, será esa decisión la que aleje a su chica de él, Eva mendes, una de esas guapas que saben pasar desapercibidas.

Párrafo aparte, y éste en sentido positivo, merece la escena de la persecución en coches bajo la torrencial lluvia, en la que se produce el asesinato del personaje de Robert Duvall. No es una persecución que busque la espectacularidad, que la tiene, sino que es uno de los momentos más dramáticos de la película en el que el protagonista no cae preso de la rabia y trata de seguir a los asesinos, sino que el hombre hace lo que buenamente puede: llorar y conducir mientras intenta no chocar con nadie. Probablemente, de lo mejor de la película.

Sin duda alguna, el director de la película, que es también el guionista, es mejor director que guionista. Da la sensación que, con un trabajo de unos pocos meses más, el guión podría haber sido más solido y sin esas vías de agua de las que hablábamos antes. En ese caso estaríamos ante una muy buena película. Con lo que hay, estamos ante una bastante buena película. Que no es poco... Aunque hayamos hablado más de los puntos débiles, es por el hecho de que desentonan en una película que sabe crear una atmósfera, ya desde los títulos de crédito, de pasado cercano pero ya mítico en el que hombres buenos arriesgan su vida por el bien común. Uno se lo puede creer más o menos. Pero, si eso se cuenta bien, casi siempre funciona...

Vayan a verla y me cuentan...

jueves, 27 de marzo de 2008

Recomendaciones del mes

















Estrenamos hoy sección en el blog: Recomendaciones del mes. Una invitación, no al cine, porque no encontrarás estás películas en cartel, y además no sabemos si eres de los que comen palomitas, sino para que trates de verlas por tu cuenta, y si te apetece, las comentes con nosotros. Una película de ficción, una de no ficción. Empezamos:

- Ficción:
'Le Mepris' ('El Desprecio'), de Jean-Luc Godard. Ver esta película es una de las mayores experiencias fílmicas que pueden experimentarse (y de los pocos contextos en que usar esta expresión no resulta aberrante). Como en cierto tipo de obras maestras, en ella parece que quizá no pasa gran cosa, pero en realidad pasa todo. Los seres humanos nos hartamos, nos odiamos, jugamos a las pantominas de ser felices, pero todo puede ponerse aún peor. Un guionista emparejado con una rubia que hace sonar la música de Delerue es el antihéroe que todos desearíamos ser. Una auténtica joya, probablemente la mejor película de su director, tantas veces citado, aunque aquí afortunadamente su nombre aparece en letras más pequeñas que las del título. Queda por hablar de Ulises, de Fritz Lang, de la localización final... Impresionante.

-No ficción: (No ficción, documental, ¿son lo mismo? Ayúdennos a resolverlo...)
'The War on Democracy', de John Pilger. Gran documental del reportero australiano que recuerda a un gentleman inglés que, como tantos otros, critica el imperialismo americano, especialmente en Centro y Sudamérica. No se trata de una obra que juega a la objetividad pero su manera de tomar partido por nuevos regímenes políticos del subcontinente resulta inteligente y centrada en las personas sin resultar cursi por ello. El mejor momento es la entrevista a un ex alto cargo de la CIA lleno de ira y odio que minimiza los crímenes cometidos por las dictaduras y donde amenaza con que los EEUU volverán a hacer en el futuro cualquier cosa que tengan que hacer por su seguridad nacional. Escalofriante...

domingo, 23 de marzo de 2008

Asuntos privados en lugares públicos


Se estrena con casi dos años de retraso y poco aireada por las carteleras "Asuntos privados en lugares públicos" ("Coeurs"), la última película de Alain Resnais, octogenario sagrado del cine francés, que actualmente se encuentra rodando "Les herbes folles". Resulta de mal gusto poner en cuestión cualquier trabajo de los maestros del cine –ya es bastante con que sigan en activo-, pero es evidente que esta vez estamos antes un Resnais en baja forma, y que opta por un tratamiento voluntariamente anticuado de las imágenes: personajes grises y con cierta tendencia al histrionismo (Lambert Wilson), transiciones de la nieve cayendo, un sentido del humor un tanto anticuado, más filtros sobre los rostros que en una película de Robert Redford, interiores poco habitables... Está claro que partimos de una obra teatral, lo cual queda impostado en el cine la mayoría de veces, pero se añade el aroma a cine viejo rezumado de escepticismo a la hora de hablar sobre las relaciones sentimentales en una gran ciudad. Tampoco es habitual la falta de frescura que rezuman sus actores (André Dussolier, Sabine Azéma como la poco creíble religiosa aficionada al strip-tease).

El Alain Resnais de 2008 se tiñe de un escepticismo cursi que lastra todas las pequeñas historias cruzadas, y ni siquiera el fugaz encuentro de la eterna soltera (Isabelle Carré, lo mejor de la función) y el militar retirado (Lambert Wilson, ¿por qué ha envejecido de golpe?) aporta algún solaz para esta comedia romántica con poco de comedia. Parece como si los actores de "On connait la chanson" (1997) -antes citados- quisieran ponerse a cantar en cualquier momento pero no tuvieran fuerzas o el director no les dejara. A pesar de que se trata de una adaptación teatral, son evidentes las concomitancias con On connait pero en una versión navideña descreída. "Asuntos privados en lugares públicos" es lo que hubiera sido del Bedford Falls de "Qué bello es vivir" si se hubiera convertido en Pottersville.

viernes, 14 de marzo de 2008

La escafandra y la mariposa


Créanme si les digo que no me resulta fácil escribir esta crítica o comentario acerca de la última película que he visto en una sala de cine. Ocurre que hay veces que uno encuentra que la forma y el contenido se funden subiendo a un escalón mayor, y desde ahí en lo alto nos miran con su sabiduría, compadeciéndonos a los pobres mortales por nuestra ignorancia y la repetición continua de nuestros errores.

Le scaphandre et le papillon es una de las películas más emocionantes que he visto en mi vida, y así mientras la veía quise sentirme inmortal, quise morir, agradecí el regalo de estar vivo y lamenté el absurdo de no estar muerto. Ninguna imagen es gratuita, no sobran palabras, ni si han visto o ven la película me comprenderán, repeticiones de las letras del alfabeto por orden de utilización. Pocas veces ha sonado el francés tan bello en una sala de cine.

Quizá necesite de referencias científicas para seguir escribiendo, y podría contarles que… “el Síndrome de Cautiverio es un término acuñado por Plum y Posner para describir el estado de parálisis de los cuatro miembros y musculatura bulbar con preservación de la conciencia en el que el paciente sólo se puede comunicar con movimientos oculares y parpadeo”. Pero la película no es una obra triste y lánguida sobre un hombre que no puede moverse un ápice, ni crea un falso debate vida así sí/vida así no, la película es una obra ejemplar por el uso que realiza de las imágenes creadas en la imaginación de Jean-Dominique Bauby que se integran al abrigo de la historia con una maestría pocas veces igualada.

Es una película que da sentido al cine. Es una película que da valor y sentido a que las historias quieran contarse con imágenes y palabras, aunque a la vez mientras hace eso puede reírse de la inmensa mayoría del cine que se ha hecho se hace y se hará, porque las comparaciones son odiosas cuando comparamos aquello que trata el tema principal, aquello que aunque a veces nos tapemos los oídos nos acompaña desde hace siglos, la vida y todos sus derivados, los hechos o azares que nos hacen hombres, con todo aquello que es superfluo y a veces confundimos con nuestra verdadera naturaleza pero en realidad es solo pose, mentira.

Vayan a verla. Seguramente ya les suena de que va, no quiero volver a contárselo y les he dado una introducción científica hace dos párrafos. Las películas se inventaron para que surgieran cosas como La escafandra y la mariposa. Obras enormes en que las imágenes, reales o imaginadas, nos tocan y golpean a cada escena, casi sin tregua, y nos hablan del absurdo de la vida, del atisbo de un escote, de amar, de tener hijos y escribir un libro. Vayan a verla, y que la vida les ofrezca mariposas…

miércoles, 12 de marzo de 2008

X MUESTRA DE CORTOMETRAJES DE LA COMUNIDAD DE MADRID - Sesión 07-03-08.


Con ánimo de hacer algo más variado el contenido de nuestro blog, comentamos ahora, como muestra un botón, los cortometrajes emitidos en una de las sesiones de la X MUESTRA DE CORTOMETRAJES DE LA COMUNIDAD DE MADRID proyectados en el Círculo de Bellas Artes el pasado día 7 de Marzo. Solo pretendemos tratar ligeramente el mundo del corto español, en gran desarrollo, aunque a veces sin la calidad mínima exigible a aquellos que quieren dedicarse al mundo de la creación cinematográfica.

Kuri - corto de animación con un perro divertido (el perro, el corto regular), sin pretensiones, y ese es su mayor defecto, quizás hay que aspirar a hacer un poquito más…

La clase - documental, esperaba encontrarme con algo cursi y manido al saber que trataba de unos niños haciendo teatro en un colegio público, y me llevé una sorpresa al encontrarme al mejor corto de la tarde. Bien llevado, quizá podría durar algún minuto menos y no abusar de tanta música, pero en general, muy recomendable: enhorabuena a la directora y su equipo.

El talento de las moscas – Tremebundo, largo, aburrido, sin mensajes o pretendiendo mandar demasiados… No vale para crear una historia usar un personaje histórico, ni hablar de la Guerra Civil, ser sensible o tener una buena fotografía… Tampoco vale que se premien este tipo de guiones…

Mofetas – Probablemente el segundo mejor de la tarde, aunque no logra crear tensión cuando lo pretende, y los interludios de fantasía (sobre todo el primero) desentonan y cortan un ritmo no hallado. Le falta cargar más las tintas…

Una historia sin pies ni cabeza – Pues eso, un corto sin pretensiones de alguien que muestra los dibujos animados que hacía cuando era niño. No entramos a valorarlo, pero es quizá una muestra de lo de moda que está hacer un corto, y quizá veamos pronto a un panadero haciendo uno sobre sus panes o a un médico sobre sus pacientes. Dejémoslo en agradable y simpático.

Nada más. No pretendemos alabar ni molestar a nadie. Es solo que como alguien que sabe dice, tan importante es la diferencia entre hacer un cortometraje bueno o malo, como importante es el hecho de saber lo que uno ha hecho. Si la directora del cortometraje que menos nos ha gustado estuviera contenta con el resultado de su trabajo, no la auguramos un futuro demasiado prometedor. Ánimo y a gastar película que aún la subvencionan…

martes, 11 de marzo de 2008

Las Hermanas Bolena


No dedicaré demasiado tiempo a esta película puesto que ya me hizo perder unas dos horas ayer (el tiempo de ir al cine, aparcar, y encima verla…) y no permitiré que me robe demasiado también hoy. Se nota que el inglés Justin Chadwick: a) viene de la televisión, toda la película está impregnada de ese tono melodramática de las películas (malas) hechas para la televisión en las que todo lo que sucede parece ser importante pero al espectador nada le importa nada, y b) no había realizado ningún largometraje hasta éste, y eso se nota, la historia se menea de lado a lado sin saber a donde ir, la realización es aburrida y repetitiva, planos y planos de travellings laterales en los que algo o alguien pasa por delante de la cámara pretendiendo dar ¿realismo a el cuadro?, y planos y planos en palacio enmarcados por puertas, personajes, rejas, que pretenden transmitir con estilo de escuela de cine en decadencia que siempre hay alguien escuchando y ojo avizor. Un horror vamos…

El guión es plano, predecible, los diálogos y la psicología de los personajes parecen querer coger lo que le interesa al autor del siglo XVI y lo que le interesa de la actualidad, y así surgen unos personajes débiles, lejanos, que no interesan. Cualquiera de los actores tuvo que ver rechinar sus dientes al leer ese guión, pero hay que pagar las mansiones y las fiestas claro… Natalie Portman es la guapa y manipuladora Ana presa de unas ansias de poder un tanto incomprensibles puesto que, como no, todo empeora para ella al convertirse en reina (el éxito no trae la felicidad señores, ¿o es qué no se lo habían dicho nunca?). Scarlett Johansson pretende hacer de hermana menos guapa pero sus labios la traicionan, y es tan romántica que se enamora del rey tras compartir su lecho ignorante de que a los hombres se les llena el cerebro de testosterona, que es lo que le ocurre al Enrique VIII interpretado por Eric Bana, al que detesto desde que en un avión tuve que ver la patética y aburrida Lucky you, pero al que envidio la honrosa muerte a manos de Brad Pitt/Aquiles en Troya, en la que su gesto vacío pero confiado si que estaba justificado. Aquí sale ridículo con sus gorritos…

En fin, un despropósito. Me provocó risa la escena de ‘casi’ incesto, y no sé me ocurre nada mejor que decir que lo más grande de la película es el grano que le han puesto a Ana Torrent/Catalina de Aragón. Una de esas películas de las que salgo pensando: “pena de dinero…”, y no me refiero al mío, me invitaron, sino al que se gastaron en hacerla…

lunes, 10 de marzo de 2008

La Guerra de Charlie Wilson















Entré dudando a la sala, y salí convencido. Pensé, como otros, que la presencia de Tom Hanks podría hacerme recordar demasiadas películas, pero en ésta parece convertirse en un Bertin Osborne de la política que siempre bebe y nunca se emborracha.

La película puede enmarcarse dentro de un cine político/educativo de los últimos años, que puede tener a La Guerra… como representante que coquetea con la parodia y la simplificación, y a Syriana en el extremo de la complejidad y desolación. La Guerra… es una película que no aburre en ningún momento y que fascina y sorprende por el retrato de la sociedad y clase oligárquica política estadounidense que realiza. No se sorprendan, así son las cosas, el ser humano puede llegar en ocasiones a unas cotas de perfección e inteligencia que pueden abrumar pero, en general, las cosas suelen hacerse sin demasiada planificación, sobre la marcha, por iniciativas personales o no demasiado claras. Cutres, si me permiten la expresión. Y he aquí que lo que la película plantea es que si la política exterior de los EEUU se planifica por elementos así, y ese es uno de los éxitos de la película, que Charlie Wilson nos cae realmente bien a pesar de (o por) sus pequeños vicios y que además parece moverse por ideales aunque, como a casi todo americano retratado en el cine le pasa (salvemos Syriana), su visión de la (geo)política internacional es simplista y caritativa, si son persona(je)s así los que planifican nuestro mundo, entonces no debe de sorprendernos si el destino no es halagüeño ni los problemas terroristas y políticos surgidos en la Afganistán ‘salvada’ y luego dejada de lado.

Creo que las escenas que más emocionan son las que ocurren en los campos de refugiados, porque en ellas se plantea la dicotomía entre el occidental salvador y el mundo real que parece poder ser salvada por derribar unos cuantos helicópteros. Mucha retransmisión por televisión de la guerra, con música épica de fondo, y ya tenemos emoción del espectador asegurada, así de fáciles somos algunos a veces. Quizá el personaje que menos convence es el de Julia Roberts, sobria en su interpretación y que encarna a una neocon que no se diferencia demasiado de las que tenemos en nuestro país. Philip Seymour Hoffman, camaleónico, es una rata de la CIA, un personaje irónico y sabio por el pesimismo divertido que sabe transmitir.

Se le puede reprochar a la película que aborda un tema que no se detiene a explicar ni analizar en ningún momento, y que parece confiar en que los que la vean sepan sacar sus conclusiones dado que ella prefiere no hacerlo explícitamente. Quizá se le puede reprochar también que toda la película no es más que un flashback en medio de una condecoración a Charlie Wilson por sus servicios prestados, pero se atenúa esa crítica cuando uno constata la diferencia entre ver una escena, al inicio, sin saber que significa, y verla al final, como probando con toda la película un efecto Kulechov que funciona de maravilla. Quizá la película podría haber sido más sangrante, más política, mas inteligente y más crítica, pero me temo que la relación con su ritmo, humor, y la alegría que me produjo haber entrado a la sala, hubiera sido inversa y no directa.

lunes, 3 de marzo de 2008

4 meses, 3 semanas, 2 días


Algo tiene la primera escena de 4 luni, 3 saptamini si 2 zile, que en ella ya se intuye que lo que vamos a presenciar no es una película normal, una más, sino un ejercicio de sobrecoger al espectador que funciona de maravilla. No quiero decir con esto que sea un trabajo de precisión suiza como en tantas ocasiones un cine que parece usar asesores psicológicos en la construcción del guión y de las tramas nos parece alardear. Más bien tiene el mérito de impresionar, de mover a querer asesinar a uno de los personajes de la película, y hasta para estómagos fuertes, a soñar con el anhelo de abandonar la sala, aún a sabiendas que el sosiego que uno ganaría no puede competir con el cine que se perdería dentro. La acción transcurre en un día. Gabita, la embarazada, deja que sea su amiga Otilia la que lleve el peso de las gestiones. Fue en el 87, el año en que se ambienta la película, cuando las primeras manifestaciones anticomunistas cobraron importancia en Rumania. La película se embarca así en un momento de inicio del cambio, pero constata que los dramas personales son los que verdaderamente construyen las vidas, y que dependiendo del tejido social en que uno se vea éstos pueden ser más o menos llevaderos.

Ninguna escena está de más, ninguna está de menos. Y para los que se preguntan cómo se hacen las buenas películas, es una respuesta interesante. Nuestra percepción se engancha con las multicámaras, el montaje rápido, los planos en movimiento o la wescam. Pero es un placer disfrutar de esa sensación de darse cuenta de que la cámara lleva tres, cuatro, cinco minutos quieta, que la protagonista está sentada en medio del cuadro, y que alrededor suyo trata de estar en la cena en la que está inmersa sin conseguirlo. Como si ella hiciera de nosotros, de espectadora, en la propia película. Con algo más de efectismo están rodadas las escenas nocturnas en la calle, en que la ciudad parece una agresión constante a Otilia, y que son dignas del mejor cine tenebroso y oscuro.

Supongo que con las buenas películas sucede aquella sensación de que uno teme que quizá las palabras no puedan hacerlas justicia. Si uno cree que las buenas películas se distinguen por emocionar, y sin hacerlo de una manera manipuladora o tramposa, 4 meses, 3 semanas, 2 días, es una enorme película (y que, por cierto, en estos momentos está a punto de desaparecer de la cartelera…). Vayan a verla, y como yo he tratado de hacer en esta crítica, expulsen de su cabeza conceptos ideológicos o políticos que, nos gusten o no, nunca son tan sinceros como la realidad que transmiten las buenas películas.

miércoles, 27 de febrero de 2008

There will be blood... (Pozos de Ambición)



Han pasado unas 100 horas desde que viera There will be blood, pero creo que es una de esas películas que no dejan a uno indiferente, y de las que uno recuerda sin esfuerzo la textura de sus imágenes, el rictus de su protagonista, y la música compuesta por Jonny Greenwood.

Paul Thomas Anderson (si, el de Magnolia), ha dejado que pasaran cinco años entre su anterior película, Punch Drunk Love, de la que recuerdo detalles como natillas de supermercado y que me puso realmente nervioso y con ganas de marcharme del cine, y ésta actual, que puede competir con Magnolia por el trono de su mejor película. Yo diría que este es un director de esos cuyas películas nos van a acompañar a lo largo de lo que nos quede de vida, porque parece reinventar un poco su cine en cada proyecto, parece divertirse haciéndolo, y encima lo hace muy bien. Si me lo permiten, y salvando las enormes distancias, es algo así como el Amenábar del cine americano (o, con permiso, Amenábar es el Thomas Anderson del cine español). Aunque eso sí, uno es más profundo que el otro en su manera de retratar al ser humano… y ustedes se dirán cual es.

Creo que no me aburrí en ningún momento de la película, y eso, con 158 minutos, tiene mucho mérito. Las primeras escenas parecen celebrar un redescubrimiento del cine mudo, porque no hacen falta las palabras para retratar la ambición, la dureza del trabajo y a un personaje que posee esa capacidad de resultar admirado y detestado a la vez. El cine, como casi todas las artes, necesita en gran parte de la mitificación para construir historias universales. En esto pensaba yo mientras, mirando la pantalla, me preguntaba si podría hacerse en nuestro país una película que tratara lo mismo, el ascenso de un hombre ambicioso y sin tapujos al éxito y a la riqueza. Mi propuesta sería que se hiciera esta película no sobre el petroleo claro, sino sobre la construcción, y consulten la biografía de Paco el Pocero si creen que aquí no tenemos material suficiente. Pero si, tienen razón, quizá la mitificación resultara mucho más difícil en este caso…

Quizá los momentos más irregulares de la película son los que tratan la enérgica fe de los que algunos caen presa, pues sin sobrar del todo aportan una comicidad que recuerdo distraía a muchos de los que me rodeaban en el cine. Es decir, en realidad tienen un mérito enorme, porque con humor aportan más leña a los mensajes que nos manda la película: el terrible fondo de algunos hombres que anhelan el poder y detestan al resto de sus congéneres, y la casi imposibilidad de triunfar en algunos mundos sin engañar a los demás. Estarán de acuerdo o no, pero a pesar de ser unas ideas algo tópicas y manidas, la película las transmite de una manera genial.

Daniel Day-Lewis se come la pantalla sin parecer pretenderlo. Y se come también la pantalla la estupenda música de Greenwood, miembro de Radiohead, que une música tenebrosa, otra inspirada en Bernard Herrmann, algo de ‘drum and base’, música sinfónica romántica y también contemporanea… En definitiva, una música muy cinematográfica en la que la película se apoya en muchos momentos y que la dan razón de ser, algo muy común en el cine de Thomas Anderson.

En resumen, ésta película debería haber ganado premios y no otra, y ésta película vale en oro negro el precio de su entrada, así que vayan a verla ya…

lunes, 25 de febrero de 2008

It’s a free world... (En un mundo libre...)



Creemos habitar en un mundo libre, y ojalá pudiera ser esto una certeza de tanto calibre como el que ésta es una película imprescindible (antes de críticos fuimos poetas). Esta película tiene la valentía de tratar un tema fundamental en nuestras sociedades, la originalidad de no hacerlo desde el punto de vista de los pobres inmigrantes con la mirada triste, y la calidad de, literalmente, dejarte sentado, planchado, enfadado.


El tema de la película es la inmigración y como ésta es acogida en la presunta capital de Europa, Londres, pero en realidad En un mundo libre… va mucho más allá, y parece erigirse como un diagnóstico y análisis de los valores morales y personales que definen nuestras sociedades, porque si bien es inevitable aceptar que la inmigración es uno de esos hechos sociológicos que nos retratan y describen, más aún lo son los valores que, dándonos cuenta o no, modelan nuestras vidas: el egoísmo, la mera preocupación por nosotros mismos y por los más cercanos (aunque a veces ni por éstos mismos); la obsesión por un presunto éxito profesional, algo difícil de definir; el permitirnos pisar a otros porque intuimos que, si no lo hacemos nosotros, alguien vendrá después a hacerlo, los otros serán igualmente pisados y yo no obtendré ningún beneficio.... Uno desarrolla una enorme simpatía por la protagonista en los primeros tramos de la historia, Angie, pero hay otros momentos, acercándonos al final, en que no puede evitarse detestarla y desearla todos los males del mundo, quizá porque uno sospecha que nadie está libre de arrojar la primera piedra, y porque la película transmite muy sabiamente algo que suele pasarse por alto: y es el hecho de que el que hace el mal, no suele hacerlo por maldad o por detestables intenciones o por ser de una naturaleza inhumana, sino por el simple hecho de que le viene bien, de que le compensa, porque importa más el beneficio propio que el aprovecharse de otro, sobre todo si ese aprovechamiento puede hasta camuflarse en servicio o ayuda. En ese sentido, las protagonistas no son mejores ni más sensibles ni comprensivas por el hecho de ser mujeres, sino que tienen la capacidad de desarrollar su negocio con otras armas, pero persiguiendo el objetivo que define a nuestras empresas, a nuestros trabajos, a nuestros tiempos: el beneficio.


Quizás estamos tratando demasiado el o los temas de la película, y menos de lo que parece la película en sí. Pero esa es otra muestra de la grandeza de ésta. Y es que el director, Ken Loach, pone su cámara y sus actores al servicio de un guión magníficamente escrito por Paul Laverty. No pretende demostrar, como otros que se llevarán premios y halagos, el buen cine que sabe hacer. Simplemente lo hace. Quien quiera ver en esta película una más de la cesta que Loach va rellenando, y que varias veces es cierto que no están a la altura, es posible que quizá haya opinado sin pasar antes por taquilla. La protagonista, Kierston Wareing, crea un personaje tan creíble como contradictorio, y parece intimidar este nuevo tipo de mujer capaz de quedar con los inmigrantes más atractivos para echar un polvo y que encima resulte creíble.

No vivimos en un mundo libre, y fue Goethe quien dijo: “Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo”. Pero dense un regalo, sean libres por hora y media, y vayan a ver esta película.

jueves, 21 de febrero de 2008

Juno



Uno de los mayores problemas con los que suele enfrentarse el ser humano es el del desajuste entre sus expectativas y la realidad. Así nos ha ocurrido con Juno, interesante y entretenida película que venía avalada por grandes opiniones y que se queda finalmente en ese eufemismo que se aburrirán ustedes de leer aquí y en otros lugares, porque pese a aburrido y repetido, encierra ese sentimiento de que a uno le ha gustado lo que acaba de ver, pero no le ha llegado como le hubiese gustado. Nos referimos, claro está, a la ya mencionada palabra interesante.

Comienza Juno la protagonista vestida de caperucita roja y la película parece invitarnos a pensar qué injusta es nuestra condición de animales con capacidad reproductiva, que hace que una joven procaz y con carácter tenga que aceptar que con un rato de roce y placer venga añadido un embarazo no deseado. A lo que alguien podría contestarme, ¿y si es tan madura, por qué demonios no usaron un condón?

Juno se enmarca en un grupo de películas de las que el espectador medio (y no por supuesto el lector de nuestro blog) podría pensar que son independientes, ese otro eufemismo del que la gente parece olvidar lo que realmente significa. Tratan de contar historias de sus personajes saltándose tópicos y clásicas reglas sociales y enganchando al espectador por el duelo entre el individuo que son sus personajes y la molesta marea que es el resto de la sociedad. De la misma productora es Pequeña Miss Sunshine, muy superior a ésta, brillante en su historia, en sus personajes, en un desarrollo milimetrado de la acción que jamás decae ni aburre.

Lo que ocurre con Juno es que cuenta como en una familia poco dada a dramatismo y exageración la chica de 16 años se queda embarazada. Aparecen los futuros padres adoptivos, que no lo acabarán siendo en plural (que horror el personaje de Vanesa, guapa e insoportable, peligrosa mezcla), el padre (o el que al menos fecundó), los comprensibles no abuelos/padre-madrastra,… Lo que ocurre es que la película parece querer decir: ‘Mirad que familia más buena y comprensiva, que aceptan el embarazo no deseado y no hacen un drama de ello’. Y eso pensaba yo mientras la veía, que si hace unos años de púber me hubiera pasado algo así, o si dentro de otros tantos quizá de padre me toca ser el comprensivo, espero hacerlo con esa entereza y esa tranquilidad, y gracias a dios espero con una hija que no sea una histérica. Si, como modelo de familia, funciona, pero a uno se le queda irremediablemente la sensación de que a la película le falta algo… Es como si le faltara un poco de fuerza, como si el director no terminara de apostar del todo por lo que está pasando y contando.

Quizá seamos muy exigentes. No tiran el dinero si van al cine a verla, por supuesto que no. Es solo que cuando uno ha conocido y amado las verdaderamente buenas películas, todas aquellas que no lo son, pero que estuvieron en el camino, dejan un regusto agridulce. Genial Ellen Page, aunque nos quedamos antes con Hard Candy, no sé si mejor pero sí más arriesgada que Juno. Ah! Y gran plano final…

sábado, 16 de febrero de 2008

Sweeney Todd: Tiempos desesperados

Tras años de rumores no consumados, el Sweeney Todd de Tim Burton llega por fin con el peso de Sondheim -por hacer un mal chiste- pegado a su cuello. Tal como suele pasar con las temidas adaptaciones, y en este particular, con la cultura popular made in Broadway, a los que desconocían la obra les ha maravillado la golosina de Tim Burton y el resto se ha dividido. Es desde luego correcta, pero no emociona, a pesar de un esforzado primer acto en el que se ha cuidado cada detalle de la dirección artística. Sin embargo, falta humor y sobra maquillaje gótico, y a veces a Burton se le escapa el pincel con la infografía, como en ese "By the sea" en el que el director emula su propio Bitelchus (1986).


Las criaturas de Sondheim se acomodan sin problema a la estética Burton pero echamos de menos algo más de coreografía en este cuento victoriano. Parece que da miedo promocionar al musical (¿por qué en el tráiler español no salen escenas cantadas?) como lo que es: dos horas que completan el libreto original prácticamente entero, salvo por la maravillosa canción "Kiss me", que ha sido mutilada y cantaba la joven pareja de enamorados Anthony y Joanna, sin duda los más flojos de la función. Una pena, porque en ellos reside parte de la filosofía de esta sátira de la moral victoriana. Para Todd, la lucha de clases es un vehículo con el que ejecutar la venganza de su drama personal, pero al final, la moraleja no distingue entre ricos y pobres, sino inocentes y culpables. A pesar de sufrir las exigencias –sociales, sexuales- de unos ‘tiempos desesperados’, Antohny y Joanna sobreviven gracias a su inocencia, que les mantendrá ajenos a la tragedia. Para el resto, el destino les marca desde el inicio. Incluso el pequeño Toby, un huérfano de Dickens envilecido por el entorno, reproduce el esquema de los adultos: la sangre llama a la sangre.


miércoles, 13 de febrero de 2008

No Country for Old Men (No es país para viejos)



Los hermanos Cohen la han vuelto a hacer. Quizá piensen ustedes que comenzando así, éste será otro análisis más de la genialidad de esta pareja de sangre, en un intento de tratar acerca de su simbiosis entre cultural popular, rasgos típicos de la América profunda y un estilo personal, pero nada más lejos de la realidad. Estamos, como tantas veces, ante una película que no tendría la relevancia mediática si el apellido en los carteles fuera otro.

Nadie pone en duda que los Coen son unos buenos e interesantes cineastas. Sus imágenes tienen verdad, de la cruda y llana, sus planos, y mucho en esta película, son casi perfectos. No sobra ni falta nada. Pero nos pasa lo que suele pasar con ellos, que queríamos hablar de una película y acabamos hablando de sus principales autores. Quizá lo que los aleja de ser unos cineastas geniales es que parecen ponerse por encima de sus historias. Ellos no están al servicio de la historia, no, más bien la historia y la película están ahí para demostrar lo ‘personales’ y ‘poco comerciales’ que pueden llegar a ser, las ‘atmósferas’ que saben crear, la ‘desoladora’ realidad que son capaces de transmitir. Genial. Enhorabuena. Pero yo no voy a la sala del cine para que me insinúen o cuenten los grandes cineastas que son, sino para que me lo demuestren.

El que escribe no ha leído la novela homónima de Cormac McCarthy, pero basta un poco de sentido común y ciertos conocimientos de guión para darse cuenta de que la adaptación a la pantalla no ha salido redonda. El personaje a partir del cual se da título a la novela/película, interpretado por un genial Tommy Lee Jones, trata de ser el que marca el punto de vista, y para ello se mete con calzador desde los primeros planos su voz en off y se acaba en el último con momento íntimo de índole freudiana que uno ya se ve venir y con el que empieza a revolcarse en la butaca. ¿Estamos realmente ante una reflexión sobre los cambios sociales, sobre la inadaptación de un adulto que se va convirtiendo en anciano? No. ¿Entonces por qué se titula la película así? Puedo creerme que en la novela el autor, tras persecución, tiros, crueldad (para nada intolerable), evite el momento de la última refriega y no nos muestre el asesinato de Llewelyn Moss, gran interpretación de Josh Brolin del que uno llega a creerse que ni le cambie al gesto al encontrarse un par de millones de dólares; pero si el eje de la película es la violencia, la fascinación que puede provocar un personaje despiadado como el que interpreta Javier Bardem (inspirado seguramente por Boris Karloff en Frankenstein), y hay que reconocer que eso lo filman estos señores como casi nadie (con permiso de un tal Martin), ¿por qué de repente tratar de cambiar las tornas y querer narrar un momento dramático? Eso no vale señores, no vale…

Creo que los Coen (y por favor, que no os piten los oídos, si todo el mundo se metiera con vosotros yo saldría a defenderos) deben de ser unos excelentes profesores de guión y dirección. Me ofrezco como alumno. Pero lo que la crítica en general aplaude como una obra maestra no sabe uno muy bien si se trata de una película de acción con tintes desoladores y reflexivos o una película ‘madura’, fatalista y contemplativa enmarcada en un contexto de huida y violencia. A su opinión lo dejo.

lunes, 11 de febrero de 2008

Volver

Volver, la última película de Pedro Almodóvar, y en la que vuelve a tener a su cargo a Carmen Maura, es una piedra más en la construcción de su imaginario personal, en el desarrollo de una sensibilidad en la que el director español vivo más importante y laureado vuelve a demostrar que son las mujeres las que pueblan su mundo sentimental. La película es un homenaje a esas mujeres anónimas que pueblan La Mancha, que saben cuidar de sus ancianos o de sus hijos, y que alimentan una cultura en la que la muerte no hace desaparecer del todo a nuestros seres queridos. En Almodóvar son también cada vez más frecuentes sus guiños y homenajes al cine negro. Los crímenes, las mentiras, parecen haber sustituido a las más intensas pasiones como el motor de sus historias.


Ese estilo colorido y personal es ahora quizá algo menos histriónico, pero en Volver también se adapta para dar más sentido a su historia. El trabajo de su clásico equipo (J.L. Alcaine en la fotografía, José Salcedo en el montaje, Alberto Iglesias como compositor) obtiene un resultado más contenido que en otras de sus obras, acercando la película al tono de la comedia costumbrista pero que en realidad llega mucho más allá por sus referencias sociológicas y existenciales. El cine dentro del cine vuelve a ser objeto de una parte de la película, en la que vemos a Penélope Cruz convertida en empresaria que se dedica al catering de un equipo de rodaje. Genial la escena inicial de las mujeres limpiando y decorando las tumbas de un cementerio que nos remite a un pasado más lejano en nuestra conciencia social que en la realidad del calendario.


Almodóvar es un maestro en eso de conseguir que estemos inmersos en su mundo, en aceptar los acentos de sus personajes, en asumir sus rasgos más marcados, en los primeros cinco minutos de la película. Para lo que otros muchos necesitan media hora él lo ventila rápidamente permitiéndole así ahondar más en sus tramas. Puede que siempre nos esté contando historias con muchos elementos en común, indagando en lo más auténtico y quizá cañí de la realidad de nuestro país, pero es difícil que a estas alturas Almodóvar no se haya ganado ya un hueco en el corazón de casi todos los cinéfilos, como ese cariño especial o esa licencia que se le permite a un familiar algo extravagante que siempre nos cuenta historias algo escabrosas pero que, siempre también, están repletas de vida.



Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Brokeback Mountain, la última película de Ang Lee, es un puro y lírico canto al amor y a la libertad que ahonda en ese concepto tan arraigado en nuestra cultura de que, las más bellas historias de amor, son siempre las imposibles. La película se acerca a una perfección técnica y rítmica que va más allá de lo puramente académico, pero en ningún momento rivaliza con la historia que nos cuenta sino que se pone al entero servicio de ella: la de dos hombres que son dichosos cuando están juntos pero que habitan un mundo en el que no parecen tener derecho a ser enteramente libres. No es una historia de amor más ni, y esto es lo más maravilloso, un manido melodrama más de los que ha estado siempre llena la historia y la actualidad del cine. Brokeback apela a nuestras emociones, con las vistas de esos interminables paisajes habitados por nuestros vaqueros y sus miles de ovejas, con esos matrimonios que responden a la conveniencia y a las circunstancia. B.M. nos retrata una América profunda de los años 60 y 70 que no es ni detestable ni perfecta, es un ambiente como otro cualquiera en el que la figura de dos cowboys enamorados, por sorprendente que parezca no es en ningún momento irónica ni ridícula, simplemente, ocurre. Y Brokeback apela también a nuestra conciencia, como las grandes obras de arte, pues la experiencia humana que relata la película no deja indiferente. Lo sorprendente de la película es que también funciona cuando los dos protagonistas están separados, lo que ocupa una gran parte del metraje. Se ahonda en la descripción de unos personajes que encuentran suertes diferentes pero no vidas que les hagan felices.

Ang Lee es un maestro para algunos y un mero director sin originalidad para otros, pero parece hacer algo siempre bien: elegir el plano más acorde con el personaje en ese momento de la historia. Si además, como en Brokeback, encuentra a un actor como Heath Ledger que resulta absolutamente convincente en su masculinidad, en su rabia acumulada, en sus miedos y miradas, no estamos ante una película cualquiera. No podía ser con otro con el que cerrara la película en ese plano de la postal de la montaña que da título al film que parece venir hacia nosotros pero no es más que la puerta del armario cerrándose. Sencillamente impresionante.

Presentación

Este es un blog de crítica/opinión. La palabra crítica suena agresiva y presuntuosa y la palabra opinión suena humilde y conciliadora. Así que las dos nos definen bien. Principalmente será de cine, y también trataremos el teatro, la música, los libros... Sí, hay miles, quizá millones de blogs que se dedican a lo mismo, pero nosotros seremos mejores (véanse los conceptos asociados con la palabra crítica), y además lo haremos con pasión y dedicación (lo mismo para opinión). Quizás eso ocurre porque ser crítico es una de las actividades y profesiones más envidiadas, aunque muchos prestigiosos críticos acaben reconociendo con el paso de los años que lo que más les gusta de su trabajo es disfrutar (o sufrir) el espectáculo, y lo que menos, tener que opinar y emitir un juicio sobre ellos. Nosotros no llegaremos a viejos.