domingo, 10 de agosto de 2008

Los cronocrímenes


Se puede hacer cine que bebe de la vida, o cine que bebe del cine, de manuales de guión y estructuras y paradojas narrativas. Los cronocrímenes pertenece sin duda a esta segunda clase de películas.

No estamos ante una película brillante, pero sí ante una arriesgada e interesante apuesta del director y guionista Nacho Vigalondo, uno de esos tipos que parecen dispuestos a vivir del cine a toda costa, sea escribiendo en un blog o inventando un videojuego de su película. Y por ahora no se puede quejar. Los cronocrímenes trata del desdoblamiento del protagonista en varios sucesivos ellos que se trasladan a otro tiempo cercano. Cada cual realiza lo que se espera que realice, de manera que se repite el ciclo perpetuando más la confusión total que ayudando a restaurar el estado de calma inicial. Pero creánme, es difícil de explicar…

En definitiva, estamos ante una película de guión, una película que funciona bastante bien en la pantalla, pero a la que se le puede reprochar el ser solo eso mientras que carece de algo fundamental, personajes. Es algo así parecido a cine que se ríe del cine, como si ya estuviera casi todo contado y lo único que nos queda es el post-post-modernismo del cine y de las historias. Da miedo pensar así, pero al menos, la película vale la hora y media que dura.

Pasen y vean.

sábado, 9 de agosto de 2008

Antes que el diablo sepa que has muerto


Estupenda película del veterano Sydney Lumet, director de decenas de películas, y autor de uno de los mejores libros que existen sobre el arte y el proceso de hacerlas, ‘Making movies’.

Se le puede reprochar a Antes que el diablo... su insistencia en la búsqueda de las coincidencias y las paradojas de la vida, pero esta tragedia griega ambientada en los EEUU actuales, con unos personajes que no parecen comprender los rumbos ni los destinos de sus vidas, si es que acaso hay alguien que los comprenda, se convierte en probablemente en la mejor película en este 2008 del otro lado del charco, con el leve permiso de ‘Pozos de Ambición’.

La tensión que transmiten estos seres humanos y las incompletas relaciones personales que se establecen entre ellos plantean una comparación con la obra maestra que dirigió en el 57, ‘Doce hombres sin piedad’. Si en ésta, el triunfo del hombre justo a través del poder de la palabra otorgaba cierta esperanza a la condición humana, en Antes que el diablo... no hay esperanza, y la condición humana se funde con ambiciones personales y económicas que seguramente definen nuestros tiempos. Quizá la construcción de los personajes falla en explicar porque esas ambiciones son compartidas por dos hermanos de personalidades y vidas tan diferentes, pero lo que sí queda claro es que ambos comparten esa insatisfacción vital de la que casi ninguno se libra.

Véanla. Vale la pena.