martes, 13 de abril de 2010

El Escritor



Si quieren asegurarse un par de horas de gran cine, de ese en el que hasta cualquier plano detalle tiene una intención, en el que no podemos evitar hacer paralelismos clarísimos con la realidad, pero hasta la realidad queda maltrecha y boba respecto a la historia que pasa por nuestras retinas, no dejen de ver El Escritor (como suele suceder, más impreciso que su original The Ghost Writer).

Geniales interpretaciones. Un político que tras dejar el poder se rodea de un séquito de mafioso ruso, que se ocupa tanto de sus abdominales como de proteger su trasero. Un protagonista de esos con los que es fácil sentirse unido, que representa el pequeño e incauto hombre corriente (aunque en este caso quizá mas guapo que la media) frente a la gran maquinaria del poder y la política. Unas mujeres que parecen débiles pero en las que no debimos nunca haber confiado. Unos escenarios casi oníricos en los que esconderse resulta difícil. "Es el guión, estúpido", podría decir alguien ante el éxito que tuvo la película en Berlin. Y es que en el tiempo del 3D, en el del 4D, en el del holograma o en lo que les de a nuestros nietos (si es que los tenemos) por inventar, el guión es y seguirá siendo lo que sobre lo que se construye una película. Y si éste hace aguas, mucho del trabajo posterior se saldra por las rendijas. No es así en nuestro caso.

Quizá lo más criticable sea unos acontecimientos finales que nos hacen muy consciente de que los títulos de crédito están a punto de llegar. El casi epílogo del final es la guinda del pastel, un pastel sabroso dirigido por alguien con 76 años, en una de sus probablemente mejores películas. Suerte que Roman no se jubiló ni a los 65 ni a los 67.

Excepcional última película del maestro Polanski. Esto sí es casi casi Hitchcock... pero claro, quizá ya no confiamos en que acaben sobreviviendo los buenos. Vayan a verla ya, de lo mejor del 2010 sin haber llegado a su mitad.