miércoles, 14 de mayo de 2008

Mil años de oración


Esta película, de nacionalidad americana, revela el poder del cine, cuando se hace bien, de captar la atención y hasta una pequeña parte del corazón de los espectadores sin la necesidad de contar algo increíble o sorprendente. Las películas pueden servir para transmitir historias impresionantes, pero también tienen la utilidad de permitirnos entrar, como espías sin invitación previa, a las vidas anónimas de otras gentes. Otra cosa es que eso nos permita conocer algo más sobre nuestras propias vidas y no se quede en el mero intrusismo y voyeurismo.

A Thousand Years of Good Prayers (un título regular), es una película sensible sobre el Sr. Shi y lo que sus ojos ven y tratan de comprender, a veces sin conseguirlo, en la vida de su hija, personaje que nunca deja de resultar lejano para los que, como él, esperamos que vuelva a casa a cenar por la noche.

Premiada con la Concha de oro en San Sebastiá, quizá un reconocimiento exagerado para lo que en realidad es: una película recomendada para un día en el que uno esté tranquilo, sosegado, y con ganas de, simplemente, contemplar la vida.

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