domingo, 1 de junio de 2008

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal


Que decepción. Disculpen por el inicio tajante, pero eso el lo que pensé al rato de que pasara la fascinación por el gorro de piel y el látigo, solo unos minutos después del inicio de la película, y como ven esa decepción dura lo bastante como para que yo se la transmita ahora.

La cuarta parte de Indiana Jones parece más una copia mala de la saga que una verdadera pieza más de la misma. En el fondo es como si sus creadores, Spielberg y Lucas, reyes midas del mundo del entretenimiento, conocieran tanto los gustos actuales como para saber hasta donde tienen que esforzarse, no demasiado, para empezar a cobrar. La película resulta una simbiosis entre película de la Disney de aventuras, algo así como La búsqueda de Nicolas Cage pero sin el ritmo y la capacidad de entretenimiento que esta tenía, y un videojuego en el que el protagonista y sus secuaces recorren los escenarios sin obedecer a ninguna lógica narrativa, descubriendo secretos en muros de cartón piedra, luchando con pseudo indígenas protectores de un secreto que provocó la risa del que escribe: guiño sobre la tradición del cine de Spielberg, y no hablamos de Tiburón… Añádanle algunos elementos de la saga de Regreso al futuro, como el mini yo de Indiana, personaje que parece sacado de una seria de televisión y no merecedor de tomar cuerpo en una película, y un final color pastel con tarta incluida, y hemos descubierto… que los años no pasan en balde.

Si además observan detenidamente, algunas partes de la película parecen tener una planificación un tanto extraña, con saltos de plano a plano que, aunque difíciles de analizar tras solo un visionado, hacen pensar que además de carecer de ritmo en el plano narrativo, tampoco parece tenerlo en el plano visual. En algunos planos la iluminación es también intolerable para el tipo de producción del que hablamos, con media cara de nuestro protagonista iluminada u oscura sin matiz alguno de plano a plano. Otro mérito de la película es conseguir que unas amenazantes arenas movedizas (original, ¿verdad?) resulten tan poco amenazadoras como una piscina Toy vacía… Creo que una maceta de mi casa es más grande que esas arenas movedizas, así que me provoca curiosidad económica saber cómo se han gastado los más de 200 millones de euros que ha costado la película. La inflación…

No tengo sobrinitos a los que llevar al cine, gracias a Dios, pero a pesar de la compañía femenina me sentía como tío majete en tarde de sábado, consciente de que tamaña película solo puede estar pensada para nuestros pobres niños arrastrados por la publicidad y por incautos como yo que, necesitados de construirnos un pasado cinéfilo mítico, olvidamos que para muchos, en realidad, esto es solo un negocio… Háganme caso, repriman su impulso, y vayan a ver algo que merezca la pena…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que vaya Pujol entonces!

P dijo...

El futbolista o el ex-político?

Anónimo dijo...

No la he visto pero tienes razón.