domingo, 20 de abril de 2008

Los Falsificadores


Consigue esta película que uno ya desde sus primeros planos se entregue a ella, se deje llevar para conocer las peripecias de su protagonista, sin cuestionar demasiado la moralidad de lo que hace o deja de hacer, y así verse transportado en una historia construida con unos mimbres que funcionan casi a la perfección.

Die fälscher se aprovecha de los lugares comunes tantas veces explorados en el cine acerca del Holocausto, los nazis, y el contexto de la II Guerra Mundial. En ese sentido, no tiene nada nuevo que aportar. Su hallazgo consiste en aprovechar esa imaginería que, acertadamente o no, tomamos como realidad, y ambienta en ella una trama más compleja en la que aparecen los dilemas morales (hecho no muy común hasta ahora en los personajes prisioneros de un campo de concentración), el encanto de un personaje magníficamente interpretado y de esos que siempre resultan atractivos por su capacidad de adaptación a las circunstancias. Un grupo de hombres aislados del mundo exterior y dedicados a una tarea de la que depende sus vidas constituye una mecha con la que cualquiera debe sentirse identificado. La película con estos ingredientes parece transcurrir acelerando los relojes de los que la miran.

Otra cosa es que pasemos a analizar aquello de lo que se aprovecha la película, esto es, la empatía que cualquiera puede sentir por las víctimas de la historia y que en este caso se muestra respetuosa, pero como sus propios protagonistas, sin enterarse demasiado de lo que pasa ahí fuera. Por supuesto no tratamos aquí de apuntar a qué debe de tratar un creador o una película ni el cómo debe hacerlo, pero si recordamos las palabras de Adorno, “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, nos llevan a modestamente apuntar que hacer cine sobre el Holocausto debe de ser un ejercicio de responsabilidad y de integridad para los que se enfrentan a ese reto. En este sentido, merece la pena recordar la oscarizada tragicomedia italiana de hace unos años que, si bien fue un auténtico éxito comercial y de crítica, probablemente acabará siendo juzgada con mano justa y dura por la historia.

La película consigue así crear empatía por el protagonista que huye de las reflexiones morales y retrata al que se enfrasca en ellas como un casi-radical configurando un personaje poco aprovechado en el guión, quizá de los pocos fallos que puedan reprocharse a este, reloj alemán casi perfecto.

Son sobresalientes algunos momentos líricos de la película sobre todo los situados al final y que tratan de los primeros ratos de los prisioneros sin guardias alrededor que los impidan palpar una sábana o escuchar un disco.

En definitiva, y a pesar de las observaciones de corte moral que hemos hecho, como si nosotros supiéramos algo de eso, una estupenda película que puede ser disfrutada por públicos de diferente perfil y que, desde aquí, encarecidamente les recomendamos.


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