miércoles, 13 de febrero de 2008

No Country for Old Men (No es país para viejos)



Los hermanos Cohen la han vuelto a hacer. Quizá piensen ustedes que comenzando así, éste será otro análisis más de la genialidad de esta pareja de sangre, en un intento de tratar acerca de su simbiosis entre cultural popular, rasgos típicos de la América profunda y un estilo personal, pero nada más lejos de la realidad. Estamos, como tantas veces, ante una película que no tendría la relevancia mediática si el apellido en los carteles fuera otro.

Nadie pone en duda que los Coen son unos buenos e interesantes cineastas. Sus imágenes tienen verdad, de la cruda y llana, sus planos, y mucho en esta película, son casi perfectos. No sobra ni falta nada. Pero nos pasa lo que suele pasar con ellos, que queríamos hablar de una película y acabamos hablando de sus principales autores. Quizá lo que los aleja de ser unos cineastas geniales es que parecen ponerse por encima de sus historias. Ellos no están al servicio de la historia, no, más bien la historia y la película están ahí para demostrar lo ‘personales’ y ‘poco comerciales’ que pueden llegar a ser, las ‘atmósferas’ que saben crear, la ‘desoladora’ realidad que son capaces de transmitir. Genial. Enhorabuena. Pero yo no voy a la sala del cine para que me insinúen o cuenten los grandes cineastas que son, sino para que me lo demuestren.

El que escribe no ha leído la novela homónima de Cormac McCarthy, pero basta un poco de sentido común y ciertos conocimientos de guión para darse cuenta de que la adaptación a la pantalla no ha salido redonda. El personaje a partir del cual se da título a la novela/película, interpretado por un genial Tommy Lee Jones, trata de ser el que marca el punto de vista, y para ello se mete con calzador desde los primeros planos su voz en off y se acaba en el último con momento íntimo de índole freudiana que uno ya se ve venir y con el que empieza a revolcarse en la butaca. ¿Estamos realmente ante una reflexión sobre los cambios sociales, sobre la inadaptación de un adulto que se va convirtiendo en anciano? No. ¿Entonces por qué se titula la película así? Puedo creerme que en la novela el autor, tras persecución, tiros, crueldad (para nada intolerable), evite el momento de la última refriega y no nos muestre el asesinato de Llewelyn Moss, gran interpretación de Josh Brolin del que uno llega a creerse que ni le cambie al gesto al encontrarse un par de millones de dólares; pero si el eje de la película es la violencia, la fascinación que puede provocar un personaje despiadado como el que interpreta Javier Bardem (inspirado seguramente por Boris Karloff en Frankenstein), y hay que reconocer que eso lo filman estos señores como casi nadie (con permiso de un tal Martin), ¿por qué de repente tratar de cambiar las tornas y querer narrar un momento dramático? Eso no vale señores, no vale…

Creo que los Coen (y por favor, que no os piten los oídos, si todo el mundo se metiera con vosotros yo saldría a defenderos) deben de ser unos excelentes profesores de guión y dirección. Me ofrezco como alumno. Pero lo que la crítica en general aplaude como una obra maestra no sabe uno muy bien si se trata de una película de acción con tintes desoladores y reflexivos o una película ‘madura’, fatalista y contemplativa enmarcada en un contexto de huida y violencia. A su opinión lo dejo.

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