lunes, 11 de febrero de 2008

Volver

Volver, la última película de Pedro Almodóvar, y en la que vuelve a tener a su cargo a Carmen Maura, es una piedra más en la construcción de su imaginario personal, en el desarrollo de una sensibilidad en la que el director español vivo más importante y laureado vuelve a demostrar que son las mujeres las que pueblan su mundo sentimental. La película es un homenaje a esas mujeres anónimas que pueblan La Mancha, que saben cuidar de sus ancianos o de sus hijos, y que alimentan una cultura en la que la muerte no hace desaparecer del todo a nuestros seres queridos. En Almodóvar son también cada vez más frecuentes sus guiños y homenajes al cine negro. Los crímenes, las mentiras, parecen haber sustituido a las más intensas pasiones como el motor de sus historias.


Ese estilo colorido y personal es ahora quizá algo menos histriónico, pero en Volver también se adapta para dar más sentido a su historia. El trabajo de su clásico equipo (J.L. Alcaine en la fotografía, José Salcedo en el montaje, Alberto Iglesias como compositor) obtiene un resultado más contenido que en otras de sus obras, acercando la película al tono de la comedia costumbrista pero que en realidad llega mucho más allá por sus referencias sociológicas y existenciales. El cine dentro del cine vuelve a ser objeto de una parte de la película, en la que vemos a Penélope Cruz convertida en empresaria que se dedica al catering de un equipo de rodaje. Genial la escena inicial de las mujeres limpiando y decorando las tumbas de un cementerio que nos remite a un pasado más lejano en nuestra conciencia social que en la realidad del calendario.


Almodóvar es un maestro en eso de conseguir que estemos inmersos en su mundo, en aceptar los acentos de sus personajes, en asumir sus rasgos más marcados, en los primeros cinco minutos de la película. Para lo que otros muchos necesitan media hora él lo ventila rápidamente permitiéndole así ahondar más en sus tramas. Puede que siempre nos esté contando historias con muchos elementos en común, indagando en lo más auténtico y quizá cañí de la realidad de nuestro país, pero es difícil que a estas alturas Almodóvar no se haya ganado ya un hueco en el corazón de casi todos los cinéfilos, como ese cariño especial o esa licencia que se le permite a un familiar algo extravagante que siempre nos cuenta historias algo escabrosas pero que, siempre también, están repletas de vida.



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