viernes, 27 de noviembre de 2009

Edén al oeste


Todo mensaje tiene dos caras, la forma y el contenido. A aquello sin contenido solemos llamarlo frívolo. A aquello cuya forma nos hastía lo llamamos aburrido. A veces, para muchos, la carga de contenido puede resultar aburrida, y la forma compleja o emperifollada puede acercarse a la frivolidad. Los documentales de la 2 son bellos pero aburridos. Una conferencia puede ser aburrida y el coctel de después resultar frívolo (menuda tarde entonces). Como ven, parece fácil pero también puede llegar a resultar un lío.

Costa-Gavras consigue en su última película que el párrafo que acaban de leer resulte estúpido, como tantos otros párrafos en este blog. Porque Gavras hace una película sobre la inmigración (noten que he conseguido no escribir las palabras de “el drama de” a pesar de resultar menos rimbombante), sobre Europa y lo absurdo de los occidentales, también sobre la belleza de un rostro y como eso puede facilitar o complicarle las cosas al dueño de tal; sobre, como casi todas las buenas películas, un viaje sin ningún destino.

La primera parte del film atrapa al protagonista y al espectador en un resort vacacional del que no salimos durante una buena parte de la película, lo que contrasta en gran medida con el ritmo trepidante que alcanza la película posteriormente en el que cada encuentro solo dura unas palabras, un gesto de buena o mala voluntad. Es en esta primera parte donde quizá también se cargan las tintas en esa ginkana-cacería del ilegal que puede parecer algo maniquea pero que consideramos perfectamente factible por el hecho de su obvio sentido lúdico. Esperemos no lo copie nadie en nuestros hoteles en estos tiempos tan faltos de aventura.

Asumamos que Europa y Occidente nos hemos blindado casi todo lo posible como culturas y naciones a la mano de obra procedente de otras zonas del mundo, pero que como muchos en la película tratamos de sentir algo de esa humanidad que supuestamente nos define en los encuentros cercanos, en las relaciones momentáneas con una piel más oscura, como si lo primero no fuera en ningún momento obra también nuestra y lo segundo nos quedara como única parcela personal de actuar.

La película no gustará a todos. Quizá para algunos trate un tema serio con demasiado humor, y para otros el tema serio destruya el humor y la calidez de algunas de sus escenas, pero desde aquí les animamos encarecidamente a ver esta película, con la confianza de que consiga algo pequeño pero a la vez majestuoso: que antes de entrar a la película estén pensando y hablando de sus vidas, sus proyectos, lo de cada día o los sueños más personales, pero que, al salir de la sala, no puedan evitar olvidarse un rato de ustedes mismos y pensar en este mundo loco que nos ha tocado heredar y dejar en herencia.

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